El proceso de inversión es bastante simple:
– Fase inicial: planificación y puesta en marcha de la estructura inversora óptima.
– Inversión: el inversor transfiere los fondos al vehículo private equity, desde el que se realizarán las inversiones en las compañías objetivo.
– Rendimiento: el inversor obtendrá rentabilidad por dos vías – a través de los dividendos que, eventualmente, pague la estructura y a través de las desinversiones que se puedan realizar, una vez que la inversión haya alcanzado su periodo de madurez.
– Liquidación: llegado el caso, el inversor puede optar por deshacer sus inversiones y recuperar tanto el capital invertido como la rentabilidad obtenida.
Adicionalmente, y como elementos que mejoran la seguridad y calidad en este tipo de inversiones, los fondos private equity tendrán un depositario independiente, así como un administrador y un auditor de reconocido prestigio. Proceso inversor y reporting fiscal simplificados son beneficios adicionales en este tipo de estructuras. Estos elementos de protección están diseñados para mejorar el confort del inversor con todo el proceso de inversión.
La inversión directa en private equity es única por su naturaleza. En consecuencia, la estructura, características y horizonte temporal serán diferentes en cada caso.